sábado, 12 de mayo de 2007

Temprano (05:30) me levanté para estar a las 6:30 en la agencia de autobuses en donde contraté el ticket… Tras despertar con dificultad a los “gloriosos khemers” que dormían a pierna suelta y trajinar un rato enseñándoles los resguardos de los pagos de habitación, salí de allí para encontrarme una calle húmeda y llena de ese barro fino que se monta tras mezclarse el polvo acumulado de años y la lluvia… Paré para comprar un par de botellas de agua y llegué antes de la hora a la agencia… La mochila estaba llena de barro y los pantalones también… El autobús llego algo tarde y además había otros tipos con el número de asiento 22, que era el que yo tenía… El “revisor” me acomodó en otro sitio y más tarde me cambió a otro. No hubo ya más cambios…

Llegamos a Phnom Penh tras seis horas de viaje en donde la gente escuchaba música sin auriculares desde varios sitios, no porque no tuvieran pelas para comprárselos, es que molaba más enseñarles a los otros viajeros locales que ellos podían tener un aparatito que a lo mejor los otros no y por lo tanto podían presumir de ello. Consecuencias de la mentalidad despótica asiática… Esta es su parte negativa… Solo habían dos extrajeros más y otro casado con una asiática… Una vez en la capital del reino y luego de esquivar los hawkers en sus vehículos y con sus “recomendaciones” de alojamiento, cogí un tuk-tuk para que me llevara a la Floating Island Guest House, que era el sitio que tenía prefijado… Al llegar, ya estaba toda la escoria de la calle ofreciéndome putas, niñas y droga… Grité que me dejaran en paz y me dejaran bajar del vehículo y me dí cuenta de que es cierto eso de que este país es uno de los más corruptos del mundo… Podrido de gente sin escrúpulos… Recordé un documental de Carmen Sarmiento (una periodista activista de los derechos de los niños y mujeres de esta zona) en donde con cámara oculta mostraban (y demostraban) que el jefe del negocio de prostitución en Phnom Penh era el mandamás de la policía de aquí… Además estos pobres ignorantes que corretean las calles en busca de clientes, de verdad creen que todo cristo viene aquí solo por el puto (nunca mejor dicho) vicio y hasta se sorprenden de que uno solo venga aquí a echar cuatro fotos, a ver “piedras” y a charlar con la gente decente del país (que también la hay, claro está) Algunos se asombran de que uno rechace las ofertas de niñas (o niños) baratas y te preguntan, con unos ojos lo más abiertos que les puede permitir su famoso pliegue ocular asiático, que a que vienes entonces… En fin, con paciencia y tras varios días en la zona, ya te “ubican” y te van dejando en paz como “elemento neutro” (u hostil) de sus asquerosos negocios…

La guest house es muy bonita, toda de madera y está situada al lado del lago adentrándose dentro de sus aguas alguna decena de metros… A corta distancia se encuentra la mezquita local, que es bastante grande teniendo en cuenta que aquí (país budista) son muy minoritarios… El lago de la ciudad está lleno de vegetación flotante (como en Inle Lake, en Myanmar) y ofrece una atmósfera de calma que te hace creer que andamos lejos de una “gran” ciudad… Eché varias fotos nada más llegar, por supuesto… Me bajaron 1 dólar por día, tras un corto regateo y al final me costará 4$ (unos 3€) diarios…

Me di alguna vuelta por la zona (llamada Boeng Kak), que anda demasiado llena de mochileros y, como estaba cansado del madrugón y del viaje, me fui a dormir pronto…

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