miércoles, 13 de septiembre de 2006

Cambio a la 6:30. Me dejaron pasar sin problemas pero una tipa arriba le extrañó que fuera en dirección contraria y hasta que no supo de qué iba el asunto y del rollete que me había tirado con sus colegas, no me dejó seguir… Cambio 50$ esperando que sean suficientes.

Me despido de los conocidos (que “plegaban” dentro de una horita) y luego, negándome a coger ni taxi, ni ticket-taxi, cometí el primer gran error de mi llegada a Filipinas…

Habiendo visto por el mapa que habían dos guest-houses de las más baratas a solo 2 km. del aeropuerto, me sentí fuerte y con las mochilas atrás y alante, me dispuse a recorrer el corto trayecto… Craso error, ya te digo; tenía un jet lag de cojones, no había bebido en un tiempo y dormir solo había sido una tierna palabra susurrada en mis labios mientras me acurrucaba sobre mi equipaje a las tantas de la madrugada…

El plano estaba claro y solo había que seguir una curvita que desembocaba en una desviación a la derecha y allí estaba mi objetivo. Me paro, al pasar un puente, a mirar unas chabolas sobre el río y lamentando no tener mi cámara a mano y luego, cuando sigo, un golpe de luz y de calor, me indica que algo no va bien… Miro el mapa y creo que no voy por buen camino. Vuelvo unos pasos y me meto por una de las calles más cutres que he visto en mi vida… Empapado, sin saber la hora, cargado de mochila, me veo atravesando un andurrial de cuyas chabolas iban saliendo personas que me observaban estupefactos como un extranjero alto y raro iba sorteando los charcos malolientes e intentaba no resbalar en su fango… Una corte de niños me seguían y otra iba adelantándose para llamar a los vecinos que salieran a ver al loco ese que con su parafernalia de occidente se había metido (me lo dijeron más tarde) en uno de los arrabales más pútridos y peligrosillos de Manila… Me respetaron por mi probable demencia y no me hicieron nada aturdidos de verme en medio de sus calles hacia no se sabe donde… A mi derecha, una alambrada separaba “el infierno” de una autopista que seguramente circunvalaba la ciudad y yo sonreía como un gilipollas a diestro y siniestro y procuraba mantener un paso firme y constante, mostrando una decisión que no sé si ellos captaban… Milagrosamente encuentro un agujero en la alambrada y allí que me meto a cruzar la atestada autovía parando como puedo las filas de vehículos y esquivando otros… Al llegar al otro lado, maldije mi racanería por no haber apoquinado lo que se debe, en pleno jet-lag y en ciudad extraña…

Estuve caminado una hora… Atravesé una especie prueba ciclista donde me paré un poco y luego seguí hasta que empecé a flaquear seriamente… Parecían las cuatro de la tarde y eran las nueve de la mañana… Un tipo que iba haciendo footing me preguntó dónde iba. Le dije el nombre del hotel, pero estábamos en una especie de descampado a las afueras de la ciudad y lo único que acertó a decirme era que pidiera un taxi… Un poco más adelante había una especie de instalación en donde al encargado de la entrada (al que Dios bendiga) pregunte algo… Él solo me dijo que pasara a su garita y me sentara, me saco una botella de agua fría, que bebí con fruición, y entonces comprobé que estaba como recién salido de una ducha y con claros síntomas de deshidratación. Me llamó a un taxista amigo suyo que me cobró una miseria por mi destino y, con los ojos húmedos, me despedí de mi samaritano que se limitó a sonreír y a comentar que mi país había ganado la copa del mundo de basketball… Creo que le dije: “God bless you, my friend!”

Al llegar al “International Youth Hostel”, pagué mi cama de dormitorio y después de ducharme y tender mi ropa, dormí sin noción del tiempo hasta el día siguiente.

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