Llego a Yogyakarta a las 5:00 de la mañana. Bajo y voy a la cafetería a tomarme un café con leche aguado… Veo en la guía que una de las mejores y más bonitas guest houses está a pocos metros de la estación y allí que voy sorteando rickshaws y taxistas… Cuando llego despierto al muchacho de recepción y veo que todavía no hay habitaciones libres, pero me dice que en unas horas habrá una… Me gusta tanto el sitio y es tan limpio y luminoso que me invento la historia de que estuve aquí hace 6 años y que lo veo renovado… Automáticamente, me dan una cama para dormitar en una terraza preciosa hasta que se desaloje la habitación… Yo dormito como un cabroncete y no consigue despertarme ni el japonés que sube a tomar el desayuno incluido en el precio de las habitaciones…
Sobre las 11:00 me despiertan y bajo a una habitación azul preciosa pintada por el dueño al óleo… Este tipo ha pintado las paredes de cada habitación de un color y les ha añadido figuras “ibizenco-psicodélicas” con lunas y soles que se abrazan, estrellas, lagartos, etc.
Reconozco al chaval inglés “rasta” con el que estuve hablando en Danau Toba después de la sorpresa de reencontrarnos, nos vamos a comer con un tipo holandés y una inglesa morenita de origen hindú a un restaurante cercano… Esta noche Martin (el rastafari) y el holandés parten con sendas motos alquiladas hacia un pueblecito de montaña cercano, harán noche allí y estarán de vuelta mañana… La inglesa de origen Sikh-punjabi se va mañana a Bromo, un volcán cercano… Así que paso la noche tranquilo y visitando el cybercafé… Me doy una vuelta por Malioboro, una zona de mercadillos y tiendas cercanas y a la vuelta me meto en la cama enseguida…
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