Cuando nos volvimos a montar en el bus, ya era para el paso a Vietnam… Fue menos aparatoso de lo que me esperaba y, tras pasar los bártulos por el scanner, en pocos minutos ya andábamos “del otro lado”, en Vietnam…
Se nota mucho más desarrollado este país que Camboya. Hay una autopista central que va desde la frontera a Saigón y de ahí a Hanoi… El caso es que en un par de horas ya estábamos en las calles de Ho Chi Minh City (el poco exitoso nombre “oficial” de la ciudad, que sigue siendo conocida por todo el mundo por Saigón) rodeados de un tráfico infernal y un barullo de motos y coches avanzando milagrosamente sin colisionar y sin fijarse mucho en semáforos, ni pasos de cebra, ni nada… Luego de algunos largos minutos llegamos a la calle Pham Ngu Lao, en donde el Sinh Café (la compañía asociada a Capitol) tiene su sede… Bajamos y trasteando mi equipaje busqué alojamiento… Después de varios intentos, encontré una habitación justo enfrente del Sinh Café, con un balcón precioso que daba a la calle, que me costaría 6$ y que tras algo de regateo (aquí son más reacios a ello), se quedó 28$ por cinco noches… Descargué los bultos y, justo al lado, me cené una baguette con pollo y una ensalada de frutas muy sabrosos… La comida es algo más barata aquí que en Camboya… Y mucho más suculenta…Comprobé que la gente es de otra manera… más orgullosa y digna que en su país vecino; aunque la moda del “motorbike, sir?” también anda por aquí, pero sin la pesadez machacona de los motoristas caza-turistas de Indonesia o Camboya…
Acabada la cena y tras una pequeña vuelta de reconocimiento, me fui a la habitación a dormir… ¡Bienvenidos a Vietnam!

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