Los problemas del crimen en Brasil (muy centrado en el narcotráfico) los sufren más las gentes locales que los visitantes y los turistas… Si no vas con el cuello cargado de cadenas de oro y no ostentas una cámara fotográfica de las de los profesionales de National Geographic sobre el pecho y no deambulas por los barrios que evitaríamos pisar también en nuestro país y no te lías con drogas o prostitución, no existe más riesgo que el que pueda encontrarse en otra ciudad del mundo…
El desayuno, incluido en el alojamiento, es abundantísimo… Una señora regordeta en delantal, toda una mãe brasileira, se acerca de vez en cuando con el cucharón en la mano para preguntarme si quiero más… Después de ponerme como el Quico de mortadela ahumada, queso, papaya, sandía, suco de naranja, café con leche y bizcocho, me levanto tambaleándome y agradeciéndole a la sonriente señora su amabilidad, me dirijo a darme un pequeño paseo…
Busco, y encuentro cerca de la plaza, una conexión a Internet… Son gente poco simpática y con una conexión más bien cutre, pero aprovecho y envío algunos mensajes a viajeros, amigos y familia… Luego he visto otro cibercafé más barato, con mejor equipo y personal encantador… A ese iré mañana… Aprovecho (tengo que adaptarme a la hora local) y paseo hasta Sao Bento (San Benito), un convento bonito y recoleto plantado en mitad de la “megapolis”… Echo algunas fotos… Me acerco después al fantástico y modernista teatro municipal… Observo la fascinante vida callejera de Sao Paulo y compruebo con sorpresa, que gran ciudad es esta… Sao Paulo es una villa culta, limpia, ordenada y sus gentes son tan amables que parece imposible dadas las dimensiones da cidade… En pocas horas de callejeo, me siento a mis anchas y no dudo en disparar (todavía con la misma prudencia que tendría en un Madrid) la cámara cada vez que gusto… Al fin y al cabo, las imágenes digitales de mi máquina, son mi único y más preciado souvernir de mis viajes…
El desayuno, incluido en el alojamiento, es abundantísimo… Una señora regordeta en delantal, toda una mãe brasileira, se acerca de vez en cuando con el cucharón en la mano para preguntarme si quiero más… Después de ponerme como el Quico de mortadela ahumada, queso, papaya, sandía, suco de naranja, café con leche y bizcocho, me levanto tambaleándome y agradeciéndole a la sonriente señora su amabilidad, me dirijo a darme un pequeño paseo…
Busco, y encuentro cerca de la plaza, una conexión a Internet… Son gente poco simpática y con una conexión más bien cutre, pero aprovecho y envío algunos mensajes a viajeros, amigos y familia… Luego he visto otro cibercafé más barato, con mejor equipo y personal encantador… A ese iré mañana… Aprovecho (tengo que adaptarme a la hora local) y paseo hasta Sao Bento (San Benito), un convento bonito y recoleto plantado en mitad de la “megapolis”… Echo algunas fotos… Me acerco después al fantástico y modernista teatro municipal… Observo la fascinante vida callejera de Sao Paulo y compruebo con sorpresa, que gran ciudad es esta… Sao Paulo es una villa culta, limpia, ordenada y sus gentes son tan amables que parece imposible dadas las dimensiones da cidade… En pocas horas de callejeo, me siento a mis anchas y no dudo en disparar (todavía con la misma prudencia que tendría en un Madrid) la cámara cada vez que gusto… Al fin y al cabo, las imágenes digitales de mi máquina, son mi único y más preciado souvernir de mis viajes…
Sigo de jet-lag, pero la cosa va mejor…
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