Paso por la tumba del soldado paraguayo y luego voy a la catedral, que está llena de colegiales ruidosos de visita… La anécdota está en que, en un momento dado, trato de abrir una botella de refresco de guaraná y al salir el gas suena como si estuviera chistando… Los colegiales bajan el barullo de golpe y la profesora les dice que no armen tanto ruido, que están en sitio de oración, me miran y yo les señalo con el índice la botella abierta… Comprenden que el chistido no era de origen “humano” y se ríen…
Paso luego por la Casa de la Independencia, que es la más antigua casa de la ciudad, conservada en memoria de las reuniones conspiratorias que hacían allí los independentistas padres de la patria… Una culta mujer se siente alagada de que conozca algo la historia de las guerras de la triple alianza y la del Chaco… Se ofrece a acompañarme por el museo explicándome cosas y omitiendo (lo he notado) los puntos más escabrosos de la conducta de los españoles en Paraguay…
No dejo de fijarme en las chabolas justo al lado de los palacios de gobierno...
Regreso a la pensión y por la tarde compro un mate precioso y una bombilla (el caño de metal usado para aspirar la infusión desde el mate)…
Me paso más tarde por el supermercado de la lado de la pensión y compra un termo para agua fría y unas cajas de tereré, tras recomendación vivaz de un empleado del establecimiento…
Por la noche estreno el “instrumental” con una pareja de holandeses: Igon y Susie… Está muy bueno el tereré…
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