Bellísima playa, casi infinita… Muchos kilómetros con solo el susurro del agua y el viento por compañía… Hacía mucho tiempo que no veía un lugar así, ni siquiera en algunos lugares remotos de Asia… Y ya me estaba haciendo falta…
He paseado algo por el pueblo, en donde he comprado una especie de vainas, que se asemejan a unas habas gigantescas, y de las que se come el envoltorio blanco y esponjoso, de textura algodonosa, que cubre a una pepita oscura, brillante y dura como la madera de ébano pulida…
Hemos vuelto enseguida a mi “paraíso”… Por el camino una especie de charanga, compuesta por músicos nativos vestidos con camisetas rojas, iban precedidos por unas niñas del pueblo que, ociosas, iban bailando y riendo por delante… Los músicos iban tocando algo que parecía en honor a un equipo de futbol (o esa ha sido la impresión que me ha dado)…
El camino de vuelta ha pasado rapidísimo… Lo primero que he hecho ha sido ponerme el bañador e ir volando a la playa, en donde he tomado un baño… Luego he ido a recorrer la arena, por el lado contrario a la dirección del pueblo… Las aves, en su mayoría pelícanos, llamaban la atención por la evolución de sus vuelos y sus maniobras de pesca, algunas veces en solitario y otras en grupo…
La parte más puñetera la han puesto las pulgas de arena, que saltan enloquecidas en la parte seca; es por eso que, viendo como estaba el percal, he preferido caminar por la zona mojada… El trópico cercano al ecuador tiene estas cosas…
La arena estaba llena de agujeritos en donde unos afanados cangrejos iban y venían por doquier y andaban atareadísimos en reformar, agrandar y mantener despejadas las madrigueras… Habían zonas en donde algunos moluscos habían colonizado la parte que se bañaba con el mar y, por unos instantes, mientras el agua se retiraba, permanecían abiertos burbujeando y se escondían bajo la tierra al sentir mis pisadas cercanas…
Bellísimo lugar… Una verdadera sorpresa… Atardeciendo, he vuelto al bungalow… En una palmerita cercana he visto una telaraña que me ha llamado la atención desde lejos… He echado fotos a la araña que estaba en el centro de la trampa y me he asombrado, al ampliar la imagen, del aspecto fiero de la misma… Reproduzco la fotografía aquí debajo… Por instinto se ve que este animal es un cruel depredador; aunque no peor que nosotros, que compramos los animales despedazados en tiendas, o establecimientos de comida, para devorarlos con el alma tranquila de los ángeles que nunca han roto un plato… Además, el aspecto de esta inteligente y paciente cazadora, esta diseñado más para defenderse (ya que se nos antojaría vern a una especie de avispón) que no para amenazar… Aún así, la naturaleza ha hecho un gran trabajo con ella… Y me ha asombrado la magia de percibirla desde alguna distancia, como si hubiera una conexión de vecindad entre nosotros… Ella se ha dejado fotografiar, impávida en su inmovilidad, mirando curiosamente el monstruoso objetivo de la cámara que se le acercaba (con el “macro” puesto) a una distancia en la que más de algún animal “superior” se hubiera, literalmente, cagado encima… Ella se ha dejado fotografiar y yo no la he molestado (y hasta la he protegido), sabiendo que en realidad me quitaba mosquitos de en medio…
La electricidad andaba en funcionamiento cuando el Sol se ha ido poniendo con los bellísimos colores irisados de estas latitudes del planeta… Por estas zonas del globo, la luz tarda horas en irse del todo, y va dejando rastros de unos tonos dorados, luego anaranjados y, finalmente rojos como la sangre, que se van fundiendo con el azul, poco a poco más oscurecido, del firmamento… Y si hay compañía de nubes, como normalmente sucede, las personas, los animales, las plantas y las cosas, se quedan absortas en un vaivén ondulado por el viento que aumenta más, si cabe, la energía sutil que rodea toda la atmósfera de una inmovilidad vibrante, mágica, silenciosa y sublime… Los seres humanos nos quedamos en ese éxtasis robado a las noches de observación del fuego y de preguntarnos por su naturaleza… Hasta que, de repente, como si oyéramos campanadas, nos despertamos del ensueño rodeados de una oscuridad, que todavía no es, pero que se va acercando a serlo…
Aunque siendo más joven (quizás por el hecho de vivirlo más intensamente) me ha parecido ver mejores atardeceres en la isla de Ceilán, estos destellos de la costa norte del Pacífico peruano, me han encontrado, estupefacto, descifrando los rompecabezas de las formas orgánicas y misteriosas que han ido apareciendo en el deambular de las nubes… ¡Dios mío! ¡Regálame una eternidad de sueños maravillosos, parecidos a estos momentos felices que pasamos en un inmensurable aquí y ahora, despidiendo en silencio al Astro Rey! ¡O mejor, como diría el aprendiz de derviche, llévame a tu presencia para experimentar el gozo de la visión de tu rostro!
Dice el Hadiz, que dijiste a tu siervo Mohammed: “Yo era un Tesoro escondido… Y cree el Universo para ser conocido…” En tardes como estas, parece que lo comprendo… Como decía Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”… Y ya sabemos que la belleza abraza, amorosamente, la alegría y la tristeza más inmensas…
En estos momentos, como alguien (de cuyo nombre no puedo acordarme) dijo una vez: LA FELICIDAD COMPENSA EN ALTURA LO QUE LE FALTA EN LONGITUD… :-)
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