jueves, 12 de marzo de 2009

Hacia Bogotá



Hoy hemos apurado la estancia en el hotel hasta la hora de partir… Hemos escrito alguna cosilla en el ordenador y nos hemos dado alguna vueltecilla por zonas cercanas…



Sobre las 14:30 hemos cruzado la calle que nos separaba de la estación y me he instalado en la sala de espera que la compañía de bus tiene habilitada para los usuarios de la línea… Allí, repantigados en unos buenísimos sillones que alguien había trasplantado de un autobús al suelo de baldosines, hemos leído a Gabriel García Márquez casi con fruición… ¡No me acordaba de lo bien que escribe el cabronazo!


El bus para Bogotá ha llegado con el sol ya puesto… Sobre las 19:30 ha partido hacia la capital… La conducción en Colombia es una de las más funambulescas que he encontrado en este viaje… Se le da caña al bus a tope, se adelanta en curvas, no importando líneas continuas o cambios de rasante… Varias veces, el conductor ha tenido que parar en seco y volver a su carril, ya que la presencia de otro bus u otro camión en sentido contrario, a pocos metros del morro del vehículo, le impedía su adelantamiento…



Por esa magia que hay en esta clase de países tropicales, no ha pasado nada durante el trayecto; pero yo, hombre de poca fe en Mayombé, he sufrido sobresaltos de lo lindo y me ha costado lo suyo caer rendido en el asiento, olvidarme del traqueteo y los baches, no importarme que mi cabeza fuera de un lado para otro, como el metrónomo de un músico, ni que mi culo estuviera mucho más tiempo en el aire que pegado al sillón y ha sido una suerte y una bendición, en fin, abandonarme a la divina providencia y dormir algunas agitadas horitas durante este recorrido, amenizado en todo momento con una cadena interminable de salsa, reguetón y vallenato a todo trapo…

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